sábado, 6 de mayo de 2017

PRELUDIO A LA CONJURA DE INFIELES. UN RESUMEN DE SITUACIÓN


PRELUDIO AL LIBRO 1 DE LA SAGA 'CONJURA DE INFIELES'

Luces y sombras iluminan el albur del nuevo siglo. La alta edad media queda atrás, mientras la naciente Europa se debate entre una decidida apuesta por el cristianismo apostólico, al que los reyes y emperadores juran vasallaje, y los vaivenes de unas fronteras en continua evolución.

El Sacro Imperio Romano Germánico se desgajaba ante la pujanza de las ciudades del norte de Italia, agrupadas en la Liga Lombarda, mientras el papado, culminando la Reforma Gregoriana, se empeña en reafirmar su supremacía espiritual, en subrogación del devenir de las almas de sus gobernantes alemanes. Una nueva Iglesia se abre paso con la intención de ser la representante única y fehaciente del poder de Dios en la tierra, y a esa voluntad ya no se opondrá emperador alguno.

Los francos, revitalizados por la figura de Felipe Augusto, aspiran a expandir sus dominios más allá de la Isla de Francia. Los normandos de Anjou, la saga de los Plantagenet, gobiernan en Inglaterra, mientras mantienen el control de más territorios en las galias de los que el mismo rey francés, en especial, cuando la inmortal Leonor de Aquitania se casa con Enrique II de Inglaterra, incluyendo en sus arras el Condado de Gascuña. La Provenza es un avispero de vizcondados leales al rey de Aragón, Alfonso II, liderados por el Conde de Tolosa, en franca rivalidad con del Condado de Barcelona. En su interior, alberga la herejía cátara, una versión gnóstica del cristianismo, que se expande vertiginosamente, entrando en conflicto con el mismo papado y con la fe apostólica. Un conflicto que degenerará en cruzada.

Francia en el siglo XII (Fuente: George Duby – ‘Atlas histórico mundial’, Ed. Debate, 1987)
No solo eso, el fenómeno trovadoresco, exaltación de las virtudes caballerescas y reflejo poético de la voluntad del señor sobre el vasallo, traduce el juramento de lealtad a analogías románticas. Se asimila el juramento vasallático al vínculo entre el caballero y la dama idealizada. El latín es sobrepasado por el romance provenzal y la lengua de moda se sacude los convencionalismos del pasado. El Gótico mana de Francia, sojuzgando formas más atrevidas que el Románico, manifiesto deseo de mayores alardes en la exaltación a Dios. En definitiva, la revolución cultural se extiende, protagonizando un auténtico ‘renacimiento’ medieval, fijando el hito de la transición entre la Alta y la Baja Edad Media.

Expansión del gótico desde Francia (Fuente: George Duby – ‘Atlas histórico mundial’, Ed. Debate, 1987)

La Tercera Cruzada se aviene, liderada por Ricardo Corazón de León, rey Plantagenet de Inglaterra, Federico Barbarroja, emperador germano, y Felipe II, rey de Francia, combatiendo las tropas del formidable Saladino. Atrocidades sin fin, sitios legendarios, como el de Acre y un delicado equilibrio de poderes e intereses cruzados por imponer gobernadores en el Reino de Jerusalén.

La cruzada de oriente es la única forma que encuentran los reyes y nobles germanos, ingleses y franceses de enfrentar la amenaza del sarraceno, en beneficio de su salvación. La excusa será el dominio de los Santos Lugares y la peregrinación, obligatoria.


Mapa de la tercera cruzada (Fuente: Wikipedia)

Las Españas, como así se conocen y refieren desde Roma, mantienen su propia cruzada. Una cruzada sin largas expediciones, pero de algaradas, cabalgadas, de razzias y apellidos. Una cruzada de ‘arreones’, mutuamente propiciados entre los reinos cristianos y los sarracenos de Al-Ándalus. Interpelada por el papado, a causa de las frecuentes disensiones entre los reyes cristianos de la península. Paradójicamente, en las Españas, se desarrollaba un grado de convivencia relativamente tolerante, comparado con el promedio en la época y, especialmente, con los reinos centroeuropeos. De hecho, Europa vive sumida en un estado severamente feudal, constituido por relaciones de vasallaje, que reconoce todos y cada uno de los esquemas de la relación de servidumbre entre señores, estamentos y la supeditación de unos grupos sociales a otros. Sin embargo, en ‘las Españas’, la situación varía; salvo en regiones como el Condado de Barcelona, donde la atomización de la nobleza y la larga herencia proveniente de los francos, fruto de la tradición de la Marca Carolingia, sumado al confinamiento a un espacio físico, la convertían en un estado feudal al uso. En los demás territorios peninsulares, instituidos ya como reinos a mediados del siglo XII, el concepto de hombre libre existía, con notables excepciones. En los concejos y en las comunidades de villa y tierra, concedidas por intercesión real y, principalmente hacia el sur de la península, hombres y mujeres libres prosperaban, mientras vigilaban, siempre alerta, la llegada del enemigo, acantonándose tras los muros, cada vez que una razzia musulmana acudía a devastar y tomar botín. Tal era el precio de la libertad y de la tierra.
Los señores, por su parte, lo serán en el norte, donde poseen sus tradicionales, feudos. Señoríos engalanados, desde siglos atrás, por sus ancestros en la Castilla Vieja o ‘Castiella Vetula’, Trasmiera, la Liébana, las Vascongadas, Bureba, Rioja, Calahorra, Asturias, Aliste, Asturias, Galicia, Bierzo, León, Infantazgo, Trasmiera, Campoo o el Infantazgo. La meseta central acoge a las ‘Extremaduras’ castellanas y leonesas, la primera tierra de frontera que, como el meandro de un río, dejó de prestar servicio, tiempo atrás, siendo ahora lugar de grandes ‘alfozes’ concejiles, comunidades que engloban un sitio encastillado con varias aldeas supeditadas a su alrededor. Hogar de las ciudades tradicionalmente más castellanas: Ávila de los Leales, Segovia, Soria, Almazán, Ciudad Rodrigo, Salamanca, Valladolid, entre otras.

La España de los cinco reinos (Fuente: J. Monsalvo Antón – ‘Atlas histórico de la España medieval’ – Ed. Síntesis)
Más al sur, sigamos, ‘la Transierra’, farallón inmenso protagonizado por el Sistema Central, lugar de pocos y obstáculo de muchos. De aquí hacia el sur se extenderá la auténtica tierra de aventureros y hombres libres del siglo XII. Su protagonista indiscutible es Toledo. Toledo, la gran ciudad hispánica, herencia romana y visigótica. Un siglo atrás conquistada por Alfonso VI (1085 DC), Toledo era la ciudad de referencia para los grandes reinos de Castilla y/o León. Y junto a Toledo, Plasencia, Cuenca, Madrid, Alcalá de Henares, Talamanca, Buitrago, Esquivias, Almonacid, Guadalajara, Yébenes, Huete, Uclés, Montánchez, Monfragüe, Talavera, Maqueda, Badajoz, Trujillo… Alarcos.

Toledo desde el otro lado del Tajo. Se distingue el Alcázar a la derecha, la catedral, antigua gran mezquita o las aceñas a los pies del río. En primer plano, una imporante sección de la antigua judería (Fuente: Wikipedia)
En esta tierra los hombres prosperan, a riesgo y ventura. Los señores, se convierten en ‘tenentes’ y ejercen la ‘tenencia’ temporal de dominios del rey en tierras por colonizar, abrigando a las poblaciones que en ellas pretenden transformar el entorno en un nuevo proceso expansivo de Reconquista.

Junto a hombres libres, las órdenes militares dibujan el territorio, a falta de nobleza, válgame la Iglesia. Los reyes se apoyan en la pericia y arrojo de los milites de las órdenes de Calatrava, de Santiago, Montegaudio, los Truillenses, Alcántara, el Hospital o los Templarios, para defender fronteras y mediar por tercerías en las disputas entre territorios. Los freires, mojes guerreros, son la élite del ejército con que cualquier rey pueda contar aunque, en realidad, solo obedecerían al papa y a la regla monástica que les sea concedida.

Mapa de distribución de las órdenes militares (http://historiabloggrupal.blogspot.com.es/)



Aragón y Castilla sellan las líneas de sus futuros avances y reinos en el Tratado de Cazola (1179 DC), consolidando una tendencia expansionista a costa del Reino de Navarra, a la que hostigarán con frecuencia hasta finales de siglo. León y Portugal procuran sus propios avances, a costa de los andalusíes del sur, en un juego de alianzas y desavenencias en el que el único enemigo es aquel que impide el avance propio, o que se esté convirtiendo en una potencia militar.

El reparto entre Aragón y Castilla para salir al mar (Fuente: J. Monsalvo Antón – ‘Atlas histórico de la España medieval’ – Ed. Síntesis)

Finalmente, los roces entre Castilla y León se harán crónicos, en especial por la región limítrofe entre ambos reinos; los ricos campos de cereales palentinos y las fértiles aguas del Duero, a su paso por Valladolid, son objeto de continuas pugnas por el espacio, sorteando una multitud de castillos apostados en una línea imaginaria que vela la frontera entre los dos.

Sea como fuere, las Españas eran diferentes a todo lo que les rodeaba y, en particular, en su relación con los vecinos de Al-Ándalus: no en vano, era habitual la concesión del ‘amán’ o perdón, en caso de asedio de las poblaciones, dejando escapara a la guarnición con todo lo que pudieran acarrear. Una pequeña concesión entre dos poblaciones, en continua pugna, pero también en continua convivencia, desde siglos atrás.

Una convivencia suntuaria, en la que los intercambios económicos eran frecuentes, por la vía comercial, bien la del botín de guerra. El oro almohade, proveniente de África encontraba su vía de penetración hacia Europa a través de las razzias peninsulares, bien fruto de la intensa relación de aquellos sarracenos con las prolijas ciudades estado del Norte de Italia (Pisa y Génova, entre otras)


La Giralda de Sevilla, alminar muestra cumbre de la arquitectura de los almohades, reflejo de la grandiosidad del imperio bereber, coronada por 'Al-Mansur' el victorioso de Alá, tras la victoria sobre los cristianos en Alarcos (Fuente: Wikipedia)
Los almohades, bereberes fieles a la ortodoxia propugnada por abd al-Mumin, un predicador descalzo que radicalizó facciones y dinastías desde su hogar, sito en las montañas del Atlas, en el sur del Magreb, dando lugar a una secta que corrió como la pólvora por el norte de África, a tiempo de fundar uno de los imperios más exitosos de su tiempo. Secta bereber que ocuparía los dominios de los españoles andalusíes, cuando los restos de la saga almorávide se resquebrajaban definitivamente, dejando al desnudo las vergüenzas de un Al-Ándalus que, desde hace tiempo, no parecía ser capaz de defenderse solo de los embates de los cristianos del norte.

Todo ello cambiará, naturalmente, con la invasión de los almohades, recibidos, ‘a puerta gayola’ por los andalusíes. Vienen de fundar su propio califato, independiente del de Damasco; no son árabes, pues son ‘moros’ genuinos (del término romano ‘maurus’, empleado para designar a los pobladores de Mauritania, que se generalizó entre los pobladores cristianos para designar, en general, a todos los musulmanes provenientes, en general, del Magreb) Tienen una jerarquía muy definida y son radicales, muy radicales. Imponen con puño de hierro la ortodoxia del islam y propugnan la ‘yihad’ (guerra santa) Se trata de su modo de vida, de su modus vivendi, su razón de ser. Una élite por y para la guerra que, en socorro de muslimes del sur de la península, expanden sus dominios, trayendo de nuevo aires de derrota a la fe cristiana. Y es con el califa Abu Ya'cub ibn Yusuf ‘Al-Mansur’ (1184-1199 DC), el otro moro Almanzor que hoyó las Españas, cuando los almohades alcanzan su máximo esplendor. Hace décadas que los cristianos peninsulares no enfrentan un enemigo tan formidable, y esto, traerá sus consecuencias.

El Imperio Almohade (Fuente: J. Monsalvo Antón – ‘Atlas histórico de la España medieval’ – Ed. Síntesis)
Los reyes cristianos del Norte afrontan la división del reino unificado de Castilla y León. Fernando II heredar León y Sancho III hereda Castilla. Pero Sancho III muere joven y su hijo, Alfonso VIII, el noble (1155-1214DC), le sucede como ‘el rey niño’, ascendiendo al trono a la tierna edad de tres años. Las ambiciones de su tío, el de León, le llevarán a hacerse con el control de media Castilla, aprovechándose de la debilidad castellana. En medio de este proceso, la rivalidad legendaria de dos familias de rancio abolengo y enorme poder en las Españas: los Lara y los Castro. A punto de caer el rey niño en manos de su tío, el rey leonés, previa claudicación de los Lara, tutores legales del rey niño, surge la intercesión heroica de un noble llamado Pedro Núñez de Fuentearmegil.

Conjunto histórico de Atienza, donde fue acogido el rey niño de Castilla, tras ser arrebatado de las manos de su propio tío, Fernando II de León (Fuente: Wikipedia)
Don Alfonso VIII es puesto a salvo, habiendo perdido gran parte de su reino en medio de una cruenta guerra civil coordinada por los Castro en el bando leonés. A partir de ese momento, Alfonso VIII de Castilla habrá de crecer, prosperar, y engrandecer a Castilla en años sucesivos. Tras acumular avances y logros durante su niñez y adolescencia, el rey castellano está encumbrado, amenaza a todos los demás reinos con su poderío, es aliado de Aragón y hace vasallo al reino de León, el cual, a la muerte de Fernando II, es heredado por Alfonso IX, al que las crónicas musulmanes darán en denominar ‘el baboso’, no sin razón.


Restos del ábside de la iglesia de Santa María de Atienza en Huete. Escenario de una batalla entre los clanes rivales de los Lara y los Castro, durante el curso de la cruenta guerra civil por la recuperación de las posesiones del rey niño de Castilla. El poderoso Conde Manrique Pérez de Lara, tutor del mismo rey, perdería la vida a manos de su archienemigo, Fernando Rodríguez de Castro (Fuente: http://www.descubrecuenca.com)

Y así llegamos al punto de partida. El formidable enemigo apostado en el sur, rivalidades en el norte, la España de los cinco reinos: Portugal, León, Castilla, Navarra y Aragón juegan sus bazas, ya sea entre ellos, como contra el (supuestamente) enemigo común almohade. En realidad, nunca será así. En realidad, esta será una historia de intrigas, de traiciones, de ambición desmedida, de fe alocada y desenfreno expansionista, de idas y venidas entre los territorios, sus monarcas y sus señores. Una época ideal para la mayor de las épicas, y para la mayor de las miserias. Un camino que conduce a la gloria de las Navas de Tolosa, un camino salpicado por los acontecimientos y las pugnas de poder; un camino, por cierto, que comenzará con una estrepitosa derrota cristiana, marcada a fuego en los anales. Nuestro camino empieza ahora, y conduce hacia a la ‘rota de Alarcos’.

Proyección sobre el campo de batalla desde el cerro de Alarcos, testimonio de la derrota de Alfonso VIII de Castilla frente a las tropas del califa almohade Abu Yakub ibn Yusuf ‘Al-Mansur’ en 1.194 (Fuente: Wikipedia)